lunes, 4 de octubre de 2021

Nuestras celebridades XV: Guillermo Vilas

En esta oportunidad no hay fotos de celebridades con algunos de nosotros, pero bien vale subir esta entrevista realizada al Gran Guillermo Vilas, publicado en la Revista Adelante, en diciembre de 2013; quizás porque fuimos contemporáneos de ese fenomeno, y en los recreos no solo se hablaba de fútbol, sino es hablaba de sus triunfos, de los torneos que se jugaban, ahí aprendimos de Roland Garros, Winbledon, El abierto de los Estados Unidos, de los nuestros solo Gastón Ch sería su digno discípulo. También, si la memoria no me juega una mala pasada, tuvimos otros compañeros que jugaba habitualmente torneos en sus clubes o interclubes, que nos acompañaron algunos años: Marcelo Rodriguez y Enrique Aguilar, son los que recuerdo.

Leemos en la Revista Adelante:

Entrevista a Guillermo Vilas

El hombre que inventó el tenis en la Argentina

Carismático, autorreferencial y disciplinado, así se muestra Guillermo Vilas, tal cual uno se lo imagina y lo ve por televisión. De Monzón a su nuevo hijo, habló de todo con Adelante, se emocionó y hasta contó por qué no va a ver la próxima final de la Copa Davis.

Por Agustín Barbeito

Hace unos días me enteré que la conseguimos. Sentado en una de las sillas que hay en la Vicedirección de primaria, confirmamos la noticia y al instante quise gritar de euforia. Cuando era chico soñaba con escribir un libro. Ahora sueño con el segundo porque el primero no se vendería mucho. A medida que vas creciendo, te das cuenta que lo milagros existen pero hay que embarrarse los pies para conseguirlos. Y aunque las manos las tengo sucias y la esperanza intacta, me conformo, por el momento, con construir textos que tengan cierto vuelo y sean leídos por dos o tres personas, además de mis papás. Sin embargo, hoy es uno de esos días en que llaman a tu puerta y te dicen “pibe, te toca a vos”. El primer ídolo popular en la Argentina, fuera del ámbito de la política, fue Jorge Newbery. La historia, retorcida y llena de metáforas, cuenta que el gran pionero de la aviación nacional falleció en Mendoza mientras impresionaba a una mujer rubia con maniobras peligrosas en un avión prestado, a días de intentar cruzar la Cordillera de los Andes. Fue el primer gran deportista que tuvimos en el país y su llama se apagó en marzo de 1914, un tiempo antes de que Gardel lo copiara en el cielo de Medellín. Diego Maradona fue reconocido en el año 2000 como el Deportista del Siglo XX. Ahora bien, ¿por qué De Vicenzo y Monzón no ocuparon ese lugar? Y si Fangio fue multicampeón con Maserati y Ferrari, ¿Por qué quedó segundo en esa nómina? Esa lista estelar quedará inmortalizada. Y aunque Messi, Ginóbilli y Luciana Aymar, por nombrar algunos, merecen la actualización inmediata de la grilla, el tenis tuvo su merecido lugar en el tercer puesto de esa lista. Guillermo Vilas es la razón indiscutible del porqué estoy transpirando a pesar de que todavía la primavera parece no haber llegado. Es jueves 6 de octubre. Todos corren porque falta poco para la Gala del Centenario. Nadie se imagina que será un éxito rotundo y que el catering dejará unas ganas terribles de seguir comiendo al día siguiente. Sin embargo, tengo una profunda convicción de que esta tarde será una de las que más recuerde, quizá, la primera de las entrevistas que le cuente a mis nietos cuando ya esté pensando en mi tercer o cuarto libro. Por ahora, son todas utopías. La única certeza hasta el momento, siendo las 16.30, es que Vilas me está esperando en la puerta del colegio. Me espera apoyado sobre una pared mientras mira una cartelera de ecología. A su lado está Andanín, la mayor de sus tres hijas. Lo saludo con un beso a los dos, me hago el desentendido como si la situación no me generara nervios. Pide una coca cola. Enseguida empezamos a caminar y subimos las escaleras que nos conducen a la sala de reuniones del primer piso. La cámara está preparada, tiene su trípode y ya está grabando. Algunas hojas con preguntas están acomodadas de un lado de la mesa. “Qué lindo está el colegio”, me dice mientras mira el patio del secundario, a paso lento y observador. Se sienta de un lado de la mesa, justo en frente mío. Un jean achupinado, zapatos negros que combinan con un sweater del mismo color. Una gorra blanca gastada completa el look del gran “Willy”. Y el clima se relaja para dar rienda suelta a la entrevista.

SPINETTA JUEGA AL TENIS

 - ¿Quién es Guillermo Vilas?

 - Yo soy un tenista. Desde que nací me avoqué a esto. Bueno, yo fui a un colegio marista, al Instituto Peralta Ramos, en Mar del Plata. Igual, yo siempre iba al Hotel Dorá porque tenía que jugar acá.

La facilidad que tiene para hablar y saltar de un tema a otro es inimaginable. En apenas unos minutos resume su infancia y se adentra en su vida profesional, la cual estuvo marcada, en su génesis, por su educación familiar. Continuamente cita a sus padres, la exigencia con la que estudiaba y se preparaba en las canchas, por eso habla de aquel hotel en el que se hospedaba para participar de los distintos torneos en Buenos Aires.

- Mi viejo se dio cuenta de que me tenía que llevar a Buenos Aires, que es donde están las mejores canchas. En parte elegí las Barrancas de Belgrano porque allí conocí a Spinetta. Yo seguía sus conciertos pero mi padre no sabía todo eso, que a veces me escapaba de noche para verlo.

Por un lado, me sorprende que hace diez minutos que estamos hablando y todo lo que respecta a un court o raqueta queda ajeno a la charla. Me gusta y me dejo llevar. Se nota que es una persona popular, aunque no tenga el reconocimiento que se merece del pueblo argentino. Aunque somos apenas tres personas en la habitación, hace un paneo entre mi cara y la cámara que tengo al lado. Seguimos hablando de música.

 - Cuando conocí a Spinetta mi cuerpo explotó. Sobre todo, la época de Pescado Rabioso. Mi vida siempre estuvo conectada con la música. Mi profesor de tenis, Felipe Locícero, también era profesor de música.

Todavía no me animo a tutearlo pero sospecho que a él poco le importan los formalismos. Me cuenta sobre algunos temas que escribió, casi como respetando esa costumbre de ídolos deportivos que incursionan en el mundo de las discográficas. Desde Frank Zappa, músico estadounidense, a Billy Cafaro, pionero del rock argentino, Guillermo Vilas es un “todo terreno” y se permite, como dije antes, ir y venir en los temas de los que elige hablar. Porque no se si lo notaron, él marca los tiempos de la entrevista y yo me dejo seducir.

 - ¿Cómo fue la construcción del jugador? Tu disciplina, y el esfuerzo por mantener esa actitud competitiva.

 - Mi madre me llevó al tenis. Yo estudiaba y hacía todo lo que me pedían, por eso también tenía todo. Mis padres me daban todo. Cuando le pregunté a mi madre si se animaba a llevarme a Francia, lugar que a ella le gustaba mucho; me dijo que primero tenía que ganar un torneo en Argentina, y recién ahí iba a ser un buen jugador de tenis. Lo que hice en toda mi vida fue copiar las cosas buenas. Casi como si se cumpliese a rajatabla la ley de la vida, la madre de Vilas, como todas las madres, tenía razón. Porque, aunque Guillermo forjó gran parte de su carrera en el exterior, fue en Buenos Aires donde pasó horas y horas pegándole duro a la pelotita frente a un paredón, y donde obtuvo su primer título. Todo tiene un porqué y allí vamos. En la final de 1973, sobre polvo de ladrillo, derrotó en cuatro sets al sueco Björn Borg, uno de sus principales verdugos a lo largo de su carrera. En toda entrevista hay lugares comunes. El River-Boca, la mina que te deja ´piantao´, el bar con amigos. Obviamente, Perón no podía ausentarse en esta charla. Cuando le pregunto del circuito profesional, qué cosa no le gustaba del tenis, por algún motivo me comenta su admiración por el ex presidente: “A mí me influenció terriblemente”. Confiesa haberlo visto varias veces y que a muchos de los deportistas argentinos los ayudaron con algo de dinero. Sin embargo, rechazó esa oferta y a cambio pidió viajar por el mundo, por lo que atribuye esta situación a su gran adaptación al mundo del tenis. “Si sos tenista tenés que armar algo, no podés ser un improvisado. Muchos chicos que hoy veo, agarran y van a viajar. Sin planificación”, mira con decepción a la mesa. Emulando la vieja frase de que todo tiempo pasado fue mejor, recuerda que, a pesar de la rivalidad tanto con John McEnroe, Jimmy Connors o el mismo Borg, todos se apoyaban para hacerse fuertes porque el tenis en esa época era muy feudal.

DE MONZÓN A LA COPA DAVIS

Mientras llega la coca cola y acomodo los papeles, Willy observa con complicidad a Andanín, que permanece callada, mirándolo con admiración. Respetuosa pero con ganas de participar. El espacio se volvió íntimo, hace casi media hora que estamos conversando y exprimo al máximo una tarde que nunca soñé tan ideal. El único jugador de tenis masculino del país en entrar al Salón de la Fama del Tenis (1991), aunque también figura Gabriela Sabatini por las mujeres (1996), está regalándome más de lo que imaginé. Y para colmo, ya prepara anécdotas con Monzón y su relación con la política deportiva.

 - Yo era muy amigo de Monzón. Lo conocí en los Premios Olimpia. Me acuerdo esa vez que gané, me dice: “¿quién te parece que va a ganar?” Y yo había ganado todo ese año. Pero le dije que no sabía, que había gente muy buena. ´TAC´, me pegó fuerte en el abdomen, un cortito. “Eso por hacerte el distraído”, me tira al oído. Vilas se ríe con cada anécdota que se le viene a la memoria, y recuerda que aquella noche no pudo levantar la estatuilla (todavía no existían los de Plata).

Y se suceden las historias. Por supuesto, si el campeón que noqueó a Benvenutti en 1970 en el Palazzo dello Sport, de Roma, está metido en alguna historia es porque hay riña. Y así evoca Guillermo, línea tras línea, por una pelea en el bar La Biela, que por cuestiones de lenguaje nos permitimos omitir. Lo trato de llevar al terreno del tenis. “Esa gente es mala. Tiene maldad”, me dice en voz baja cuando le pregunto por qué la ATP (Asociación de Tenis Profesional) no lo reconoció como N°1 del mundo, cuando destrozó todos los records en el recordado año 1977. Y de repente, emana nauseabundo el malestar con lo tabú: la Copa Davis.

 - ¿Pensás que no te llamaron porque hay gente que no te quiere?

 - No, no es que no me quiere. En la Argentina te hacen esperar”. Tarde o temprano viene uno que te pone en momentos complicados. El deporte argentino es hacerte esperar. Por eso, yo viaje tanto para poder chocar contra todos esos.

 - ¿Por qué crees que llegaron tarde algunos premios, reconocimientos?

 - En realidad, eso que viste vos (de galardones y distinciones) no es de Argentina, es de Estados Unidos. Ellos “no hacen color”. No preguntan de dónde sos. Es lo que corresponde. Acá nunca me dejaron que conduzca el equipo de Copa Davis. Lo que hicieron conmigo fue una verdadera canallada. Porque en la Argentina les gusta hacerte depender. Y yo no dependo de nadie. Por eso viaje tanto. Estuve en los lugares más locos del mundo. La vida mía fue espectacular. Fui a todos lados. Yo quería conocer el mundo. Pero he visto en Argentina tantas cosas, nada, pero nada me va a sorprender”.

CONSTRUCCIÓN DEL YO, LOS OJOS EN FRANCIA

 - Bueno, vos querías conocer el mundo, pero el mundo te terminó conociendo a vos.

 - Yo pensaba, ´¿quién me va a ver a mí? Yo tengo que tener un look´, entonces me dejé crecer el pelo, me puse una vincha. Yo copiaba mucho lo que me gustaba. El pelo de Thomaz Koch (tenista brasileño, Oro Panamericano en 1967). El revés se lo afanaba a todos. En verdad mi revés era único.

Le pregunto a Andanín cómo viene su carrera. Ella, obviamente, busca construirla bajo los lineamientos que tuvo su padre. “A mí me gusta mucho, yo lo descubrí por mi papá, y cuando lo descubrí me encanto”, cuenta la alumna que está por egresarse del nivel primario. Vilas explica que no es difícil emular lo que él hizo, simplemente hay que entrenar. Destaca el valor que tiene un coach.

 - Ayer fue un día importante, Andanín ganó su torneo. La final. Y lo hizo con una jugada que habíamos hablado. Ella tenía miedo y lo venció, y eso es importante.

Willy nos explica que es probable que viajen a Francia para seguir desarrollando la carrera de su hija. “El tenis es afuera porque acá no está a la altura del primer mundo”, explica. Dice que la tierra de Roland Garros es la cuna del tenis. Para variar, su madre amaba ese país y sus raíces tienen mucho apego a la cultura gala. - Leo y escribo francés. Tengo un libro hecho, “Quién soy y cómo juego”. Ahora se viene otro, uno grande, muy grande. Pero falta todavía. En ese momento, me dice algo que me deja pensando. Todavía me impacta que se muestre tan lúcido para dar ciertos mensajes, cuando su desparpajo es propio de un hombre informal y despreocupado. “La vida es un constante volver”, me dice cuando le consulto sobre un posible retorno al país. Y ahí entiendo que en todos los aspectos de la vida, siempre estamos volviendo a algún lugar o con determinadas personas.

VITAS GERULAITIS. DE ANÉCDOTAS Y VIAJES

Vuelve al anecdotario y surgen nombres, entre ellos, el eterno Vitas Gerulaitis. “Los viajes que hacíamos nosotros, fue todo increíble, increíble. Cada día me acuerdo más cosas”. Un hombre que hizo popular un deporte en su país, que conoce todos los aeropuertos, seguro tiene anécdotas por contar. Aunque intento reflotar la historia del doble encordado con el rumano Ilie Nastase, se concentra en hablar de su gran amigo estadounidense.

 - Hay una especial. Él tuvo problemas con las drogas. Entonces nos alternábamos para “cuidarlo” y que no haga macanas. Estábamos en Los Ángeles; Vitas se aburría conmigo porque yo hacía todo al pie de la letra y él todo lo contrario. Me agarra una noche y me dice: “Willy, te voy a llevar a Red Eye (es un avión nocturno), así llegás a Nueva York. Mira Willy, yo me aburro con vos, sos un tipo muy aburrido”.

Le cuesta contarlo de corrido porque la risa interrumpe siempre el relato. “Yo le decía: ´mirá, me parece que no estás bien´. ´No molestes, quiero que te vayas. Yo te quiero mucho pero andá´, me reprochaba. Él no aceptaba la soledad. Pero quería llamar a alguien más piola que yo”. Cuando uno prepara una entrevista, siempre está listo para imprevistos. Desde olvidarse un dato, que se enoje el entrevistado o quedarse sin pilas para el grabador. Hay imponderables y esta vez no fue la excepción. En algún sentido, me llamó la atención que hablara tanto de un jugador que, aunque fue grande, solo había ganado un Grand Slam en su carrera. Y entendí luego el porqué.

Él fue a Southampton (Inglaterra). Siempre tenía sueño y un día se tiró a dormir, como solía hacer, en un lugar donde había una especie de piscina. Escucho el teléfono que me llaman y me dicen ´Willy, Vitas has died´ (Vitas ha muerto)”. Gerulaitis falleció en 1994, encontraron su cuerpo sobre la cama de aquel departamento de la ciudad inglesa, aparentemente por la inhalación de monóxido de carbono procedente de un sistema de calefacción defectuoso. En ese momento hicimos silencio. Vi lágrimas en los ojos del campéon. Entendí por qué hasta los más grandes se quiebran. También por eso es el número 1.

CHUPETES Y RAQUETAS

Faltan 5 para completar los 64 minutos más soleados que tuve en el periodismo, sección deportes. Y le saco el jugo, hasta la última gota. En mayo pasado, Vilas se casó con la madre de sus hijas, Phiang (Phiangphathu Khumueang). Hace unos meses nos enteramos que va a ser papá por cuarta vez. Intila, Lalindao y Andanín esperan por el varón o la nena que los acompañe en su casa.

 - Bueno, justamente estamos armando las cosas para ver a qué lado vamos. Está bueno, la verdad. Tiene muchas cosas esto de ser papá. Cuando uno se vuelve mayor como yo, lo bueno de tener la familia grande es que cuando hay problemas, uno encuentra más alternativas para que lo ayuden.

El viaje a Francia está postergado, pero es una certeza. Andanín viajará para darle forma a una raqueta que tiene todo el peso de la historia. Ella sonríe y admite que no sabe si verá la próxima final de la Davis que se juega en Zagreb, Croacia. De hecho, el tiempo tiene esas paradojas, esos rincones intermedios. Yo escribo estas líneas sin saber siquiera si Del Potro jugará el dobles y usted, lector furtivo, ya conoce el resultado de la serie. Aunque dice que no va a mirar la Copa Davis, reconoce que aceptaría la capitanía y que seguro conseguiría la Ensaladera de Plata. Los libros marcan un registro de logros, al mejor estilo Messi. Cuatro Grand Slam en el bolsillo (faltó Wimbledon), final de Copa Davis, 62 torneos en singles y 15 en dobles. 1977. No agregamos más. 145 victorias y solo 14 derrotas, suena burdo. Es patético. 46 victorias consecutivas y 17 torneos en menos de 365 días. Absurdo el currículum de alguien a quien negaron la estrellita dorada, incluso cuando la burocracia deportiva tuvo el tupé de no evaluar que es el único hombre que ganó torneos en los cinco continentes en un mismo año. Agoté el teclado. Hice desaparecer algunas letritas. Me voy pensando en lo que me dijo al final: “Este colegio es muy grande, se podría poner alguna cancha de tenis”. Me río, nosotros que creemos que los patios quedan chicos y él que piensa en dar clínicas. Así de ambiciosos son los grandes campeones. El mejor tenista de nuestra historia lleva verborragia en las venas. Es carismático y merece el aplauso sincero y continuo que nunca le dimos. Porque como con otros ídolos, nos cuesta felicitar la disciplina; nos gusta el agrandado, el más vivo. No sé qué pasará en su futuro, ni tampoco con el nuestro. Ojalá recordemos que la vincha y el pelo largo son sinónimos de respeto y admiración. Le agradezco a Guillermo Vilas. Al San Román. Para el primer libro me falta, pero avisen a la editorial que ya tengo escrito un capítulo. 




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