En esta oportunidad no hay fotos de celebridades con algunos de nosotros, pero bien vale subir esta entrevista realizada al Gran Guillermo Vilas, publicado en la Revista Adelante, en diciembre de 2013; quizás porque fuimos contemporáneos de ese fenomeno, y en los recreos no solo se hablaba de fútbol, sino es hablaba de sus triunfos, de los torneos que se jugaban, ahí aprendimos de Roland Garros, Winbledon, El abierto de los Estados Unidos, de los nuestros solo Gastón Ch sería su digno discípulo. También, si la memoria no me juega una mala pasada, tuvimos otros compañeros que jugaba habitualmente torneos en sus clubes o interclubes, que nos acompañaron algunos años: Marcelo Rodriguez y Enrique Aguilar, son los que recuerdo.
Leemos en la Revista Adelante:
Entrevista
a Guillermo Vilas
El
hombre que inventó el tenis en la Argentina
Carismático,
autorreferencial y disciplinado, así se muestra Guillermo Vilas, tal cual uno
se lo imagina y lo ve por televisión. De Monzón a su nuevo hijo, habló de todo
con Adelante, se emocionó y hasta contó por qué no va a ver la próxima final de
la Copa Davis.
Por
Agustín Barbeito
Hace
unos días me enteré que la conseguimos. Sentado en una de las sillas que hay en
la Vicedirección de primaria, confirmamos la noticia y al instante quise gritar
de euforia. Cuando era chico soñaba con escribir un libro. Ahora sueño con el
segundo porque el primero no se vendería mucho. A medida que vas creciendo, te
das cuenta que lo milagros existen pero hay que embarrarse los pies para
conseguirlos. Y aunque las manos las tengo sucias y la esperanza intacta, me
conformo, por el momento, con construir textos que tengan cierto vuelo y sean
leídos por dos o tres personas, además de mis papás. Sin embargo, hoy es uno de
esos días en que llaman a tu puerta y te dicen “pibe, te toca a vos”. El primer
ídolo popular en la Argentina, fuera del ámbito de la política, fue Jorge
Newbery. La historia, retorcida y llena de metáforas, cuenta que el gran
pionero de la aviación nacional falleció en Mendoza mientras impresionaba a una
mujer rubia con maniobras peligrosas en un avión prestado, a días de intentar
cruzar la Cordillera de los Andes. Fue el primer gran deportista que tuvimos en
el país y su llama se apagó en marzo de 1914, un tiempo antes de que Gardel lo
copiara en el cielo de Medellín. Diego Maradona fue reconocido en el año 2000
como el Deportista del Siglo XX. Ahora bien, ¿por qué De Vicenzo y Monzón no
ocuparon ese lugar? Y si Fangio fue multicampeón con Maserati y Ferrari, ¿Por
qué quedó segundo en esa nómina? Esa lista estelar quedará inmortalizada. Y
aunque Messi, Ginóbilli y Luciana Aymar, por nombrar algunos, merecen la
actualización inmediata de la grilla, el tenis tuvo su merecido lugar en el
tercer puesto de esa lista. Guillermo Vilas es la razón indiscutible del porqué
estoy transpirando a pesar de que todavía la primavera parece no haber llegado.
Es jueves 6 de octubre. Todos corren porque falta poco para la Gala del
Centenario. Nadie se imagina que será un éxito rotundo y que el catering dejará
unas ganas terribles de seguir comiendo al día siguiente. Sin embargo, tengo
una profunda convicción de que esta tarde será una de las que más recuerde,
quizá, la primera de las entrevistas que le cuente a mis nietos cuando ya esté
pensando en mi tercer o cuarto libro. Por ahora, son todas utopías. La única
certeza hasta el momento, siendo las 16.30, es que Vilas me está esperando en
la puerta del colegio. Me espera apoyado sobre una pared mientras mira una
cartelera de ecología. A su lado está Andanín, la mayor de sus tres hijas. Lo
saludo con un beso a los dos, me hago el desentendido como si la situación no
me generara nervios. Pide una coca cola. Enseguida empezamos a caminar y
subimos las escaleras que nos conducen a la sala de reuniones del primer piso.
La cámara está preparada, tiene su trípode y ya está grabando. Algunas hojas
con preguntas están acomodadas de un lado de la mesa. “Qué lindo está el
colegio”, me dice mientras mira el patio del secundario, a paso lento y
observador. Se sienta de un lado de la mesa, justo en frente mío. Un jean
achupinado, zapatos negros que combinan con un sweater del mismo color. Una
gorra blanca gastada completa el look del gran “Willy”. Y el clima se relaja
para dar rienda suelta a la entrevista.
SPINETTA
JUEGA AL TENIS
- ¿Quién es Guillermo Vilas?
- Yo soy un tenista. Desde que nací me
avoqué a esto. Bueno, yo fui a un colegio marista, al Instituto Peralta Ramos,
en Mar del Plata. Igual, yo siempre iba al Hotel Dorá porque tenía que jugar
acá.
La
facilidad que tiene para hablar y saltar de un tema a otro es inimaginable. En
apenas unos minutos resume su infancia y se adentra en su vida profesional, la
cual estuvo marcada, en su génesis, por su educación familiar. Continuamente
cita a sus padres, la exigencia con la que estudiaba y se preparaba en las
canchas, por eso habla de aquel hotel en el que se hospedaba para participar de
los distintos torneos en Buenos Aires.
- Mi
viejo se dio cuenta de que me tenía que llevar a Buenos Aires, que es donde
están las mejores canchas. En parte elegí las Barrancas de Belgrano porque allí
conocí a Spinetta. Yo seguía sus conciertos pero mi padre no sabía todo eso,
que a veces me escapaba de noche para verlo.
Por un
lado, me sorprende que hace diez minutos que estamos hablando y todo lo que
respecta a un court o raqueta queda ajeno a la charla. Me gusta y me dejo
llevar. Se nota que es una persona popular, aunque no tenga el reconocimiento
que se merece del pueblo argentino. Aunque somos apenas tres personas en la
habitación, hace un paneo entre mi cara y la cámara que tengo al lado. Seguimos
hablando de música.
- Cuando conocí a Spinetta mi cuerpo
explotó. Sobre todo, la época de Pescado Rabioso. Mi vida siempre estuvo
conectada con la música. Mi profesor de tenis, Felipe Locícero, también era
profesor de música.
Todavía
no me animo a tutearlo pero sospecho que a él poco le importan los formalismos.
Me cuenta sobre algunos temas que escribió, casi como respetando esa costumbre
de ídolos deportivos que incursionan en el mundo de las discográficas. Desde
Frank Zappa, músico estadounidense, a Billy Cafaro, pionero del rock argentino,
Guillermo Vilas es un “todo terreno” y se permite, como dije antes, ir y venir
en los temas de los que elige hablar. Porque no se si lo notaron, él marca los
tiempos de la entrevista y yo me dejo seducir.
- ¿Cómo fue la construcción del jugador? Tu disciplina,
y el esfuerzo por mantener esa actitud competitiva.
- Mi madre me llevó al tenis. Yo estudiaba
y hacía todo lo que me pedían, por eso también tenía todo. Mis padres me daban
todo. Cuando le pregunté a mi madre si se animaba a llevarme a Francia, lugar
que a ella le gustaba mucho; me dijo que primero tenía que ganar un torneo en
Argentina, y recién ahí iba a ser un buen jugador de tenis. Lo que hice en toda
mi vida fue copiar las cosas buenas. Casi como si se cumpliese a rajatabla
la ley de la vida, la madre de Vilas, como todas las madres, tenía razón.
Porque, aunque Guillermo forjó gran parte de su carrera en el exterior, fue en
Buenos Aires donde pasó horas y horas pegándole duro a la pelotita frente a un
paredón, y donde obtuvo su primer título. Todo tiene un porqué y allí vamos. En
la final de 1973, sobre polvo de ladrillo, derrotó en cuatro sets al sueco
Björn Borg, uno de sus principales verdugos a lo largo de su carrera. En toda
entrevista hay lugares comunes. El River-Boca, la mina que te deja ´piantao´,
el bar con amigos. Obviamente, Perón no podía ausentarse en esta charla. Cuando
le pregunto del circuito profesional, qué cosa no le gustaba del tenis, por
algún motivo me comenta su admiración por el ex presidente: “A mí me
influenció terriblemente”. Confiesa haberlo visto varias veces y que a
muchos de los deportistas argentinos los ayudaron con algo de dinero. Sin
embargo, rechazó esa oferta y a cambio pidió viajar por el mundo, por lo que
atribuye esta situación a su gran adaptación al mundo del tenis. “Si sos
tenista tenés que armar algo, no podés ser un improvisado. Muchos chicos que
hoy veo, agarran y van a viajar. Sin planificación”, mira con decepción a
la mesa. Emulando la vieja frase de que todo tiempo pasado fue mejor, recuerda
que, a pesar de la rivalidad tanto con John McEnroe, Jimmy Connors o el mismo
Borg, todos se apoyaban para hacerse fuertes porque el tenis en esa época era
muy feudal.
DE
MONZÓN A LA COPA DAVIS
Mientras
llega la coca cola y acomodo los papeles, Willy observa con complicidad a
Andanín, que permanece callada, mirándolo con admiración. Respetuosa pero con
ganas de participar. El espacio se volvió íntimo, hace casi media hora que
estamos conversando y exprimo al máximo una tarde que nunca soñé tan ideal. El
único jugador de tenis masculino del país en entrar al Salón de la Fama del
Tenis (1991), aunque también figura Gabriela Sabatini por las mujeres (1996),
está regalándome más de lo que imaginé. Y para colmo, ya prepara anécdotas con
Monzón y su relación con la política deportiva.
- Yo era muy amigo de Monzón. Lo conocí en
los Premios Olimpia. Me acuerdo esa vez que gané, me dice: “¿quién te parece
que va a ganar?” Y yo había ganado todo ese año. Pero le dije que no sabía, que
había gente muy buena. ´TAC´, me pegó fuerte en el abdomen, un cortito. “Eso
por hacerte el distraído”, me tira al oído. Vilas se ríe con cada anécdota que
se le viene a la memoria, y recuerda que aquella noche no pudo levantar la
estatuilla (todavía no existían los de Plata).
Y se
suceden las historias. Por supuesto, si el campeón que noqueó a Benvenutti en
1970 en el Palazzo dello Sport, de Roma, está metido en alguna historia es
porque hay riña. Y así evoca Guillermo, línea tras línea, por una pelea en el
bar La Biela, que por cuestiones de lenguaje nos permitimos omitir. Lo trato de
llevar al terreno del tenis. “Esa gente es mala. Tiene maldad”, me dice
en voz baja cuando le pregunto por qué la ATP (Asociación de Tenis Profesional)
no lo reconoció como N°1 del mundo, cuando destrozó todos los records en el
recordado año 1977. Y de repente, emana nauseabundo el malestar con lo tabú: la
Copa Davis.
- ¿Pensás que no te llamaron porque
hay gente que no te quiere?
- No, no es que no me quiere. En la
Argentina te hacen esperar”. Tarde o temprano viene uno que te pone en momentos
complicados. El deporte argentino es hacerte esperar. Por eso, yo viaje tanto
para poder chocar contra todos esos.
- ¿Por qué crees que llegaron tarde algunos
premios, reconocimientos?
- En realidad, eso que viste vos (de galardones
y distinciones) no es de Argentina, es de Estados Unidos. Ellos “no hacen
color”. No preguntan de dónde sos. Es lo que corresponde. Acá nunca me dejaron
que conduzca el equipo de Copa Davis. Lo que hicieron conmigo fue una verdadera
canallada. Porque en la Argentina les gusta hacerte depender. Y yo no dependo
de nadie. Por eso viaje tanto. Estuve en los lugares más locos del mundo. La
vida mía fue espectacular. Fui a todos lados. Yo quería conocer el mundo. Pero
he visto en Argentina tantas cosas, nada, pero nada me va a sorprender”.
CONSTRUCCIÓN
DEL YO, LOS OJOS EN FRANCIA
- Bueno, vos querías conocer el mundo, pero
el mundo te terminó conociendo a vos.
- Yo pensaba, ´¿quién me va a ver a mí? Yo
tengo que tener un look´, entonces me dejé crecer el pelo, me puse una vincha.
Yo copiaba mucho lo que me gustaba. El pelo de Thomaz Koch (tenista brasileño,
Oro Panamericano en 1967). El revés se lo afanaba a todos. En verdad mi revés
era único.
Le
pregunto a Andanín cómo viene su carrera. Ella, obviamente, busca construirla
bajo los lineamientos que tuvo su padre. “A mí me gusta mucho, yo lo descubrí
por mi papá, y cuando lo descubrí me encanto”, cuenta la alumna que está por
egresarse del nivel primario. Vilas explica que no es difícil emular lo que él
hizo, simplemente hay que entrenar. Destaca el valor que tiene un coach.
- Ayer fue un día importante, Andanín ganó
su torneo. La final. Y lo hizo con una jugada que habíamos hablado. Ella tenía
miedo y lo venció, y eso es importante.
Willy
nos explica que es probable que viajen a Francia para seguir desarrollando la
carrera de su hija. “El tenis es afuera porque acá no está a la altura del
primer mundo”, explica. Dice que la tierra de Roland Garros es la cuna del
tenis. Para variar, su madre amaba ese país y sus raíces tienen mucho apego a
la cultura gala. - Leo y escribo francés. Tengo un libro hecho, “Quién soy y
cómo juego”. Ahora se viene otro, uno grande, muy grande. Pero falta todavía.
En ese momento, me dice algo que me deja pensando. Todavía me impacta que se
muestre tan lúcido para dar ciertos mensajes, cuando su desparpajo es propio de
un hombre informal y despreocupado. “La vida es un constante volver”, me
dice cuando le consulto sobre un posible retorno al país. Y ahí entiendo que en
todos los aspectos de la vida, siempre estamos volviendo a algún lugar o con
determinadas personas.
VITAS
GERULAITIS. DE ANÉCDOTAS Y VIAJES
Vuelve
al anecdotario y surgen nombres, entre ellos, el eterno Vitas Gerulaitis. “Los
viajes que hacíamos nosotros, fue todo increíble, increíble. Cada día me
acuerdo más cosas”. Un hombre que hizo popular un deporte en su país, que
conoce todos los aeropuertos, seguro tiene anécdotas por contar. Aunque intento
reflotar la historia del doble encordado con el rumano Ilie Nastase, se
concentra en hablar de su gran amigo estadounidense.
- Hay una especial. Él tuvo problemas con
las drogas. Entonces nos alternábamos para “cuidarlo” y que no haga macanas.
Estábamos en Los Ángeles; Vitas se aburría conmigo porque yo hacía todo al pie
de la letra y él todo lo contrario. Me agarra una noche y me dice: “Willy, te
voy a llevar a Red Eye (es un avión nocturno), así llegás a Nueva York. Mira
Willy, yo me aburro con vos, sos un tipo muy aburrido”.
Le
cuesta contarlo de corrido porque la risa interrumpe siempre el relato. “Yo le
decía: ´mirá, me parece que no estás bien´. ´No molestes, quiero que te vayas.
Yo te quiero mucho pero andá´, me reprochaba. Él no aceptaba la soledad. Pero
quería llamar a alguien más piola que yo”. Cuando uno prepara una entrevista,
siempre está listo para imprevistos. Desde olvidarse un dato, que se enoje el
entrevistado o quedarse sin pilas para el grabador. Hay imponderables y esta
vez no fue la excepción. En algún sentido, me llamó la atención que hablara
tanto de un jugador que, aunque fue grande, solo había ganado un Grand Slam en
su carrera. Y entendí luego el porqué.
“Él
fue a Southampton (Inglaterra). Siempre tenía sueño y un día se tiró a dormir,
como solía hacer, en un lugar donde había una especie de piscina. Escucho el
teléfono que me llaman y me dicen ´Willy, Vitas has died´ (Vitas ha muerto)”.
Gerulaitis falleció en 1994, encontraron su cuerpo sobre la cama de aquel
departamento de la ciudad inglesa, aparentemente por la inhalación de monóxido
de carbono procedente de un sistema de calefacción defectuoso. En ese momento
hicimos silencio. Vi lágrimas en los ojos del campéon. Entendí por qué hasta
los más grandes se quiebran. También por eso es el número 1.
CHUPETES
Y RAQUETAS
Faltan
5 para completar los 64 minutos más soleados que tuve en el periodismo, sección
deportes. Y le saco el jugo, hasta la última gota. En mayo pasado, Vilas se
casó con la madre de sus hijas, Phiang (Phiangphathu Khumueang). Hace unos
meses nos enteramos que va a ser papá por cuarta vez. Intila, Lalindao y
Andanín esperan por el varón o la nena que los acompañe en su casa.
- Bueno, justamente estamos armando las
cosas para ver a qué lado vamos. Está bueno, la verdad. Tiene muchas cosas esto
de ser papá. Cuando uno se vuelve mayor como yo, lo bueno de tener la familia
grande es que cuando hay problemas, uno encuentra más alternativas para que lo
ayuden.
El
viaje a Francia está postergado, pero es una certeza. Andanín viajará para
darle forma a una raqueta que tiene todo el peso de la historia. Ella sonríe y
admite que no sabe si verá la próxima final de la Davis que se juega en Zagreb,
Croacia. De hecho, el tiempo tiene esas paradojas, esos rincones intermedios.
Yo escribo estas líneas sin saber siquiera si Del Potro jugará el dobles y
usted, lector furtivo, ya conoce el resultado de la serie. Aunque dice que no
va a mirar la Copa Davis, reconoce que aceptaría la capitanía y que seguro
conseguiría la Ensaladera de Plata. Los libros marcan un registro de logros, al
mejor estilo Messi. Cuatro Grand Slam en el bolsillo (faltó Wimbledon), final
de Copa Davis, 62 torneos en singles y 15 en dobles. 1977. No agregamos más.
145 victorias y solo 14 derrotas, suena burdo. Es patético. 46 victorias
consecutivas y 17 torneos en menos de 365 días. Absurdo el currículum de
alguien a quien negaron la estrellita dorada, incluso cuando la burocracia
deportiva tuvo el tupé de no evaluar que es el único hombre que ganó torneos en
los cinco continentes en un mismo año. Agoté el teclado. Hice desaparecer
algunas letritas. Me voy pensando en lo que me dijo al final: “Este colegio es
muy grande, se podría poner alguna cancha de tenis”. Me río, nosotros que
creemos que los patios quedan chicos y él que piensa en dar clínicas. Así de
ambiciosos son los grandes campeones. El mejor tenista de nuestra historia
lleva verborragia en las venas. Es carismático y merece el aplauso sincero y
continuo que nunca le dimos. Porque como con otros ídolos, nos cuesta felicitar
la disciplina; nos gusta el agrandado, el más vivo. No sé qué pasará en su
futuro, ni tampoco con el nuestro. Ojalá recordemos que la vincha y el pelo
largo son sinónimos de respeto y admiración. Le agradezco a Guillermo Vilas. Al
San Román. Para el primer libro me falta, pero avisen a la editorial que ya
tengo escrito un capítulo.
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