En esta entrada compartimos un relato aportado por Horacio S, presentado en ocasión del recuerdo del equipo de fútbol que representaba al colegio en los intercolegiales, que oportunamente homenajeamos en la entrada Seleccionado de Fútbol Campeones e Invictos (1975).
A dichos del autor, este texto forma parte de un futuro libro que está escribiendo para homanajear a sus abuelos, que tan amablemente decidió compatir con nosotros en el grupo, y que me atrevo a publicar el inédito en el blog que nos representa.
El mismo Horacio S, en oportunidad de su publicación, nos comentó:
El presente capítulo es parte del Libro "Sangre Gallega" -en elaboración, en honor a mis abuelos Herminia y José.
LA 10
La elección del colegio secundario tuvo que ver con el futbol. No hay caso. Eso sí, si hablamos de pasión - no de fanatismo- es EL DEPORTE con mayúsculas. Por eso la decisión - en solitario - dejando de lado al Nacional Buenos Aires y al Carlos Pellegrini- como le comenté días pasados al san romanense Jorge Pedernera. Bienvenido el Colegio San Román y su lema: Siempre Adelante.
El paso del tiempo agiganta los lindos
momentos vividos. En ese wasap grupal de hoy, recordando en conjunto anécdotas
de la selección del colegio, necesito escribir y compartir…
Ese domingo de invierno -bien temprano-
citados en el campo del Colegio La Salle. A las 8 de la mañana -seguramente el
Toti Crosta, nuestro técnico- no tenía a quien poner de 10. Solo miraba y
miraba para todos lados, hasta que, cruzando miradas, decidió tirarme esa
camiseta. Con los colores de central, a rayas -nada que ver con boquita esos
colores-cómo quiere imponer el discurso oficial san romanense. Y es así -con
los años aplicando el revisionismo histórico- pudo llegarse a la siguiente
conclusión: el benefactor Don Ambrosio Tognoni, era rosarino e hincha fana del
canalla. No solo nos dejó su himno y su dinero para construir y ampliar el
colegio, también los colores que nos identifican y nos unen al 50 % de Rosario…
Volviendo a ese momento crucial en la
vida del que escribe, recibí esa camiseta, la numero 10 -sin entender nada y
mucho menos como pararse en esa posición en la que nunca había jugado-. El Pipa
– tal mi apodo-le ponía ganas, mucha garra, corría y corría. Algo así como el
Camilo Mayada de Gallardo, haciendo las veces del comodín: jugaba de 6, de 3,
de 4, de 5 o de 8, su idea era jugar siempre.
Lo recuerdo como si fuera hoy. Partido
parejo, nuestro arquero muy completo - mezcla de Gatti y el Pato Fillol-,
Claudio Flynn -alias el Gayna- con su brazo bien estirado, saliendo desde
abajo, dándole juego al Gran Condomiña -alias Cañón-, baluarte defensivo.
Pelota al pie -con su zurda poderosa- el pase hacia nuestro 5 -el señor 5-
Gustavo Dury -alias el turco-, calidad y ubicación en la cancha. Jugaba casi
sin transpirar, el pase entre líneas, justo para la entrada del 10. Y ahí sí,
sorpresivamente el arquero rival saliendo desesperadamente a tapar. Como
siempre el azar juega para uno, la pelota pica y se levanta justo. Justo para
que, en una fracción de segundo, el Pipa- con su pie derecho- patee por encima
del cuerpo del golero y logre así despacito - casi como pidiendo permiso-,
atravesar la línea de gol. El único gol en su carrera, decretando así un
triunfo clave, en ese partido tan especial. Corriendo, gritando su gol a viva
voz, a abrazarse con sus compañeros. ¿Pidiendo que me pellizquen -fue offside?-
fue gol?
¿O
simplemente es todo parte de un sueño?
Parezco andaluz -agrandando algunas cositas- pero en realidad soy descendiente de gallegos, de la provincia de Lugo. Esta historia me recuerda a las historias contadas por mi abuelo José. Allí no importaba cuanto era de verdad o cuanto de mentira. Solo escucharlo contar con verdadera pasión. Eso solo alcanzaba para lo que denomino instantes de felicidad.
Para finalizar, queridos compañeritos, escribir es para mí, la mejor vacuna contra este virus que nos acecha en este tiempo.
Seleccionado de Fútbol Campeones e Invictos (1975)
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