martes, 29 de octubre de 2024

Espacio Gallichio (29 de octubre de 2024)

 

 

ESPACIO ANTONIA FRANCISCA CAPUTO DE GALLICCHIO. 

2024. Octubre, 29

“Deo Gratias por mi colegio San Román, que cumple 25 años de existencia” … “y gracias, mi Dios, por permitirme después de veinticinco años seguir leyendo en los ojos de mis alumnos, porque esos ojos adolescentes, a pesar de todas las alienaciones, de todo el avance técnico, de todos los extravíos del mundo, no han aprendido a mentir”. Discurso de 1979, Bodas de Plata.

Hace muchos meses, con Gustavo N,  venimos amagando con crear este espacio artístico. Hoy ve la luz, un día 29. 

¿Porque este día? Por la leyenda de San Pantaleón, quien en ese día de diciembre, colocaba un billete debajo del plato de ñoqui, pidiendo abundancia para la familia que le dio de comer. 

Los inmigrantes italianos nos han dejado este ritual como herencia y lo replicamos hoy, colocando un cuento, una anécdota, un audio, etc. debajo del plato pidiendo por la abundancia no solo material, también espiritual de todo el grupo san romanense y sus familias.

Hoy presentamos 2 textos:

Abel y Caín

Jorge Luis Borges (1)

Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen.
Abel contestó:
—¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes.
—Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar.
Abel dijo despacio:
—Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.

FIN

(1)    Conocimos y aprendimos a apreciar a Borges a través de la Profe.

 


Los platos voladores

Para el momento de nuestras vacaciones en Villa Carlos Paz, mi viejo trabajaba en una empresa de turismo, el primer viaje lo hicimos en julio de 1968 y al año siguiente volvimos a otra hostería. En esa oportunidad, y seguramente en la anterior, el motivo del viaje se complementaba con charlas con los operadores turísticos de turno, no solo algunos hoteleros, sino también los que realizaban excursiones para mostrar las bellezas de la provincia.

En la década del 60, el turismo no estaba muy desarrollado en nuestro país, las vacaciones generalmente se realizaban a la costa, la clase media y los trabajadores optaban por los hoteles sindicales que se desperdigaban por todas las zonas turísticas del país, también hay que decir que una gran mayoría no salía de vacaciones o no veraneaba como se decía por ese entonces. Tan raro era, que el trabajar en una empresa de turismo, le llevó a mi hermana Silvia a calificar como Turista a mi papá cuando le preguntaron, en el colegio, ¿a qué se dedica tu padre?

En ese momento, Córdoba brindaba un importante turismo social, de la mano de los sindicatos, y los hoteles de los trabajadores se repartían por varias localidades de la serranía, Villa Carlos Paz, era un lugar que estaba naciendo al turismo, y que no alcanzaba la dimensión que hoy tiene. La responsabilidad que mi padre le ponía al trabajo, hacía que combinara vacaciones para la familia y algunas tareas laborales. Lo mismo ocurrió en oportunidad de las vacaciones en Bariloche en el año 73.

En oportunidad de estar en la Villa, vamos a una empresa que brindaba excursiones, recuerdo que lo hacían con unos colectivos Beresford azules, y si la memoria no me falla se llamaba Turismo Intersierras. La excursión más importante iba por el Valle de Punilla y pasaba por: Cosquín, La Falda, La Cumbre allí se visitaba la fábrica de alfajores Estancia el Rosario, Los Cocos con su laberinto, y terminaba en la localidad de Capilla del Monte, donde se visitaba el Zapato, como principal atracción turística.

Una de las tardes que paseábamos por la Villa, y previo a contratar la excursión mencionada, pasamos por las oficinas de la empresa turismo que lo realizaba, y recuerdo que comentaban las vicisitudes del turismo en la zona, como iba creciendo  y que perspectivas tenían, ellos muy entusiastas pensaban que la zona iba a progresar en materia turística y que le estaban “ganado” a otras localidades. Una de las personas que participaban en la conversación, quizás el dueño de la empresa, comentaba que en Capilla del Monte había un hotelero que se paseaba por caminos serranos con una camioneta llena de luces de colores para que, vista desde lejos, parecieran platillos voladores, y convertirlo en un punto de interés turístico, a lo cual algunos de los participantes se rieron de esa estrategia de marketing. La conversación derivo a otros temas, y al poco tiempo estábamos saliendo de las oficinas, mañana nos pasarían a buscar a primera hora por el hotel, tendríamos que desayunar temprano para tener pasar todo un día de excursión.

Volvimos al hotel o seguimos camino por la ciudad, quizás caminamos rumbo al Reloj Cucú, que nosotros habíamos conocido el año anterior, que era por ese entonces una de las atracciones más importantes de la Villa: “El reloj cucú más grande del mundo” se promocionaba a diestra y siniestra, desconociendo si tal aseveración estaba era real. Mis recuerdos me llevan a que participábamos de una excursión, en lo que sería un “Tren de la Alegría”, que recorría distintos puntos de la ciudad, como ser el Balneario “Fantasio”. Bajamos todos del trencito, eran cerca de las 11 y nos aprestamos a esperar en la placita, a que el pájaro del reloj saliera a marcar la hora. Y cuando el reloj marcó con puntualidad el inicio de la nueva hora, se abrieron las puertas, y salió su interior el pájaro mecánico que graznando afónicamente nos avisaba de la exactitud del horario, y en ese momento mi mamá Cecilia, estalló en una risotada al verlo, le pareció patético, no podía para de reírse y comentarnos que ese tucán de lata, distaba del pájaro majestuoso que se imaginó. 

Con los años, y siendo un aficionado a temas esotéricos y enigmas respecto a los ovnis, centro mi atención en los fenómenos que se describen en el cerro Uritorco, meca de lo paranormal en Argentina, los avistamientos de extraños sucesos en la zona, las cuestiones energéticas y se me ocurrió ver la dónde quedaba, a qué localidad de Córdoba había que ir para conocer ese lugar que tildaban de mágico. Y descubro que se trataba de Capilla del Monte, y extrañamente vino a mí, esa conversación perdida que mantuvieron esos agentes turísticos y que preceden este relato.

En estos días sigo sin conocer el Cerro Uritorco, quizás esa conversación no haya existido y todo sea fruto de mi imaginación; y lo que nació como una estrategia de negocios haya terminado construyendo una realidad alternativa, donde vemos lo que queremos ver.

De más está decir, que Villa Carlos Paz, por ese entonces tenía un personaje esotérico que le agregaba importantes ingresos turísticos, y estaba “mantenido” por parte de los empresarios de la zona, que también comentaron en esa charla y que seguramente les contaré próximamente. 

A modo de aclaración y de epílogo, si bien el fenómeno Ovni tiene muchos estudiosos y detractores, en los años 60 en nuestro país el actor Fabio Zerpa, empezaba a realizar sus investigaciones y publicar su revista Año Cero. Para ese entonces, año 68 y 69, se habían producido una serie de avistamiento que hicieron que el tema tomara estado público y varios diarios mencionaran el tema. Seguramente el tratamiento de este tema le haya servido de inspiración al hotelero para disfrazar su camioneta y llevarla por caminos vecinales, encender las luces, a la espera que una oleada de curiosos se hospedara en su hotel a la espera de la llegada de los “marcianos”. 

Gustavo N (Febrero de 2017)

 


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