El feriado largo fue el mas extenso en mucho tiempo, rodeado de visitas y afectos. No dio tiempo ni ganas, para ver peliculas ni series, me dedique a disfrutar los 60 de mi compañera junto a familia y amigas/os.
Mis disculpas y va, como para ocupar el espacio, uno de los 3 cuentos que me anime a presentar en un concurso en el Consejo Profesional De Cs. Economicas de Salta.
Hay premios para el primero y segundo, si gano, los espero a compartir en Catamarca. ..Y si pierdo, tambien, por supuesto con buen vino Catamarqueño.
Morir en la siesta (1)
Abro el diario. Leo las noticias necrológicas primero, como casi siempre ocurre en todos los pueblos chicos. Avisos, en su mayoría protocolares, llenos de frases hechas sin sentimientos y acompañadas de siglas que todos sabemos descifrar.
Esta vez fue diferente. El texto había sido escrito para su publicación el día anterior, por el mismo Horacio, horas antes de decidir dejarse morir.
Como notas escritas por el difunto, muy sentidas, de puño y letra y posadas sobre el escritorio, a modo de despedida.
Por el estilo de su escritura, no quedaban dudas que Él mismo lo había escrito. Ya lo había anticipado, pero como a veces nos pasa nunca pensamos ese final.
En las charlas que teníamos previo a los partidos, uno con el vaso de vino, el otro con el vaso de whisky irlandés, Horacio mostraba su impotencia en las siestas, desde la época adolescente y que aún continuaba haciendo. Cumplía así la orden de sus padres. Estos seguían teniendo influencia sobre él, dicen que ¨los muertos hablan¨ y también digo, marcan tendencias…
Se trata de una obsesión, escribía Horacio, la siesta había que dormirla, aunque muchas veces llegaba al sueño por cansancio. La escenografía -tan bien descrita por él- siempre era la misma: cortinados pesados y sombríos, ocultando la luz, silencio a su alrededor. El tic tac del reloj expectante en la mesa de luz y el ventilador, con ruido a queja, en un vaivén predeterminado e imposible de modificar.
En el texto Horacio continuaba contando de sus luchas, de su anhelo en desobedecer el mandato familiar. Se veía atado a la cama, boca arriba y con los ojos abiertos, casi sin pestañear. Los pensamientos rápidos y confusos lo maniataban aún más, el cuerpo sobre su cama.
La siesta, una saludable costumbre, bien vista por la sociedad. Nada hacía sospechar la tortura que significaba para Horacio. Cada tarde se desafiaba y se decía que era la última de su vida. Inútil, fracasaba una y otra vez en el intento de liberarse de semejante cárcel.
Lo dijo claramente en la larga necrológica, los miedos y fantasmas lo acechaban a la hora de la siesta. Le iban quitando, poco a poco, esperanza de vida.
Como si se tratara de un destino marcado. Inexorablemente conducía hacia ese final. Una manera de liberación, el dejarse morir para renacer en otra vida. Esta vez David no pudo con Goliat. No es lo mismo quitarse la vida que dejarse morir, así empezaba el texto.
Nos preguntamos, los que lo queríamos de verdad, si podríamos haber evitado ese final. Si hicimos todo lo suficiente por Él. La ausencia interpela y el vacío que nos dejó, nos continúa hablando.
(1) Del libro ¨Textos alocados¨ - en preparación.
Si bien no hubo recomendación cinematográfica, igual hubo video asociado: Vamos a tratar de acompañar el relato c música... leído el cuento de Horacio...
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