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martes, 20 de julio de 2021

Día del Amigo: Un relato de amistad (a Claudio F)

Y llegó el 20 de Julio para todos nosotros el día del Amigo, donde nos prodigamos los habituales saludos, en esta ocasión luego de haberlos saludado, quise compartir con ustedes una anécdota de la amistad que nos une, y sobre todo homenajear al gran Claudio F.

Les decía:

Estimados, agradezco personalmente este encuentro de amistad, de compartir con cada uno de ustedes este y otros días de nuestra vida. En especial quiero recordar con ustedes un momento de amistad, un gesto que relaté hace unos días atrás con motivo de aquellos recuerdos que vuelven en momentos especiales, y que me atrevo a compartir con ustedes, en el relato hay nombres y agradecimientos que quiero compartir. La amistad son esos héroes que aparecen en los momentos menos pensados.


La Revisación Médica de la “Colimba”

Hoy me toca vacunarme contra el COVID, será en el viejo predio de la cancha de San Lorenzo, sigo todas las precauciones del caso, sé que después de vacunado tendré que esperar unos minutos para ver si no se produce una reacción alérgica, un choque anafiláctico que podría producirte la muerte.

Son tan solo 15 minutos de espera, son esos 15 minutos que me llevan a recordar un inconveniente similar que tuve en ocasión de haber sido vacunado en la revisación médica para la “colimba” y que en estos minutos de espera vuelven a mí en forma de recuerdo.

Anécdota que tiene un final feliz y un héroe no anónimo, a quien nunca he agradecido su consejo e intervención oportuna; y que seguramente no recuerde que con su intervención evitó mayores consecuencias para mí, y que ahora pasaré a relatarles:

Estamos cerca de la primavera del año 78, esa mañana temprano llegué a la cita, como yo otros miles de adolescentes llegamos para realizarnos la revisación médica obligatoria, pertenecíamos a la clase 60 que había sido sorteada unos meses atrás, yo iba con la tranquilidad de haber sido sorteado con número bajo, 050, que a priori me eximiría de hacer el servicio militar. El lugar donde se realizaba la revisación médica era en un cuartel que se encontraba en el predio en donde hoy se erige el hipermercado Jumbo, en Palermo, en proximidades de la estación Pacífico del Tren San Martín.

Bajé del colectivo que había tomado a dos cuadras de casa, un viaje de tan solo 10 minutos, y que me había dejado a unas cuadras del cuartel, fui caminando en silencio a la cita que había llegado por cédula militar. Éramos muchos adolescentes que caminábamos en esa misma dirección, algunos llegaban en autos, la mayoría lo hacía en transporte público. Ya en las inmediaciones divise una larga fila, vi una señorita con su madre, que le decía a quien quisiera escuchar que se habían equivocado en la citación, que era una mujer; pero sus facciones me parecían duras y extrañas, hoy diría que podría ser un travesti; otros muchachos las rodeaban y hablaban entre ellos, yo los dejé mientras buscaba incorporarme a esa fila que me imaginaba interminable, y que nos llevaría dentro de los cuarteles.

Entregamos los documentos, los que serían devueltos una vez terminada la revisación médica, que abarcaba 2 días. Era un verdadero examen completo de salud, alguna vez alguien me dijo que no podía permitirse que se les muriera un conscripto en pleno “baile” de instrucción. Allí fuimos viendo algo del trato militar que se imponía en los cuarteles, gritos por doquier, bromas pesadas a aquellos que no daban la talla, sean estos gordos, altos, petisos o de trato amanerado; reducidos a la calidad de “ciudadanos” fuimos soportando como natural esos comportamientos.

Todo organizado, distintas postas medicinales iban a realizar la tarea, fuimos caminando, entre sus gritos y nuestros silencios nos fueron separando, a izquierda y derecha hacia los distintos puestos señalizados, no recuerdo cuantas fueron las estaciones por las que pasé cuando en fila llegamos al vacunatorio.

A los gritos nos pidieron que nos sacáramos la camisa, allí me iban a dar la BCG, fuimos caminando en fila, con el torso desnudo, nos aplicaban la inyección con la misma jeringa, en el brazo. Un milico venía con una jeringa, aplicaba la vacuna a uno tras otro, diez vacunados por jeringa calculé hasta que me tocó el turno mientras caminábamos hacia la salida de ese cuarto que nos llevaría a la próxima estación médica.

Salí, me incorporé a la fila que esperaba la radiografía de tórax, el cartel que se leía en la próxima sala era “Radiología”; convergíamos de dos postas distintas, y allí divisé a un compañero de secundario, Claudio F, me retrasé para juntarnos, ya no estaba solo, podría finalizar ese día con un conocido el periplo restante, hacía unos meses que no nos veíamos, ya no teníamos la obligación de la secundaria, o la fortuna de encontrarnos en una tribuna alentando a River, en esos escasos minutos de espera aprovechamos para saludarnos, seguidamente empiezo a congestionarme, estornudo y toso, me empiezo a brotar, es Claudio F que lo nota y me lo dice:

- ¿Qué te pasa, Borracho? Estás todo brotado.

- No sé, Gaina, respondí, yo pensé que era uno de los típicos ataques de asma que me solían agarrar. La picazón, la tos y los estornudos aumentaban.

- Anda con el cabo, avisale que te sentís mal, no seas boludo, te estás hinchando todo.

Sin más le hice caso.

- Perdón, cabo le dije, me acaban de dar la vacuna y me broté todo, me parece que me dio alergia. Le avisó a otro milico, y me llevó a un puesto de enfermería rápidamente, allí me revisaron.

¡¡¡La puta que los pario!!! Dijo uno de los médicos, ordenó que me dieran un decadrón intramoscular. Me dieron la inyección, mientras otros corrían detrás de mí. Me llevaron en un jeep con dirección a los cuarteles del Regimiento 1 de Patricios, esos edificios que se ven desde la Avenida Santa Fe y Juan B. Justo. Una vez allí, me derivaron al Servicio Médico, me estaban esperando, me acostaron en una camilla, me pusieron una vía endovenosa, suero y dos nuevas dosis de decadrón, y otras drogas que no recuerdo, para ese entonces ya estaba mareado y a punto de desmayarme, corrían a mi alrededor enfermeros y médicos.

-Tenes suerte, me dijo el médico que me atendió minutos después, seguramente será un motivo para que te rechacen en la revisación médica. Ese médico que me atendía era un conscripto más, había pedido prórroga por razones de estudio.

En esa camilla pasé el resto de la mañana y la tardecita, entre sueños vi pasar las horas, en la soledad más absoluta, de vez en cuando, el médico colimba, me visitaba para revisarme, me tomaba la presión y la temperatura. A eso de las 7 me dijo, ya estás bien y podés volver a tu casa, mañana preséntate en el mismo lugar donde lo hiciste hoy. Así nomás, un conscripto me sacó del cuartel.

No recuerdo como llegué caminando a parar un taxi, le expliqué al taxista que me llevara a Juramento 1500, que cuando llegara a destino, le iban a pagar, había ido con la plata justa para volver en colectivo, le conté que tuve una reacción alérgica por la BCG que me aplicaron en la revisación para la “colimba”.

El trayecto fue corto, solo unos minutos hasta mi vieja casa, toqué timbre y mientras caminaba ese largo pasillo hasta el departamento 5 solo atiné a pedir que pagaran el taxi que me había llevado desde Pacífico hasta Barrancas de Belgrano.

Allí corrió mi madre, que cuando volvió me preguntaba ¿qué me había pasado? ¿si me había peleado porque todavía tenía la cara toda hinchada?, le conté que había pasado, recién ahí se sintió aliviada, estaba preocupada por mi tardanza y con las cosas que pasaban por ese entonces; mientras tanto mis hermanas me cargaban diciendo que parecía el boxeador filipino que había perdido el sábado anterior, en una pelea internacional de boxeo que vimos por televisión.

Me recosté en la cama a la espera de la cena; mañana por la mañana tendría que terminar la revisación médica inconclusa.

Ya pasaron los 15 minutos, y solo me queda sacarme la foto que subiré a las redes sociales.

Ya pasaron los 15 minutos, y saber que no pasó lo mismo que a hace 43 años.

Ya pasaron los 15 minutos, en las que recordé que Claudio F sin darse cuenta me salvó del choque anafiláctico que me produjo esa BCG y que nunca le agradecí.

Esta anécdota que algunas veces conté ahora tenía un héroe al que había olvidado sin intencionalidad, y que hoy recompenso con este agradecimiento.

 

Foto Telediario Digital


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