La
verdad es que no los conocí, pero quiero homenajear en su nombre a todos
nuestros padres, que se sacrificaron con su trabajo en darnos lo mejor de sí, y
convertirnos en personas de bien,
como dijo, un compañero del “Sanro”, bachiller promoción 67, hace unos días.
Hace
muchos años recaló en la esquina de Av. Lacroze y Av. Alvarez Thomas, allí se
erguía glamoroso el Café Argos, que funcionó hasta el año 2007, y fue uno de
los Bares Notables con los que contaba la Ciudad que nos vio crecer.
Él
sin quererlo convirtió su trabajo diario en patrimonio cultural, nos brindó con
su esfuerzo las raíces de nuestra porteñalidad, en cada café que servía a los
amigos que se encontraban a charlar, dejó la impronta de una manera de ser que
nos marcó como sociedad día tras día; de esa costumbre que venimos perdiendo
con el tiempo, de sentarnos a tomarnos un cafecito con los amigos, para
escuchar sus logros y sus penas.
Y
para ir entendiendo su importancia, vale adentrarse en el concepto de
patrimonio cultural, que se vuelve subjetivo y dinámico, que se genera en los
valores que la sociedad les atribuyen a objetos o bienes de uso cotidiano, que
deben ser protegidos y conservados para la posteridad.
En
los primeros años de la Ciudad Autónoma se dicta la Ley 35/98, que busca
preservar como patrimonio cultural los Bares Notables de nuestra ciudad:
"Se
considera bar notable a aquellos bares, billares o confiterías relacionados con
hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad,
diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio".
Así,
el Café Argos, junto con otros 85 bares, pasa a formar parte de ese primer listado,
que trata de ganarle al tiempo y los cambios de moda. En los últimos años, han
desaparecido 11 de ellos, La Perla de Once, La Richmond, entre otros.
Así este bar notable, hasta el 2007, fue testigo de millares de historias, alegrías
y pesares, de habitúes y de desconocidos (o no tanto) que recalaron por sus
mesas. Con el tiempo, los gustos fueron cambiando, las jornadas se volvieron más cansadoras para sus dueños,
sin embargo, el café siempre estuvo ahí, para comentar la película que se
estrenaba en el cine contiguo, o para comentar el partido de la fecha, el
desaguisado político de siempre.
Sin
saber de su importancia cultural, he asistido una decena de veces, cuando
iba al cine edificado a su lado (Cine Argos), cuando me encontraba a tomar un café con
compañeros de la facultad y militancia, y más recientemente cuando acompañé a
mi hijo y sobrino a un recital de Ataque 77, allá por el 2000 cuando, el viejo
cine se había transformado en un local bailable o de recitales.
Recuerdo,
un llamado de Miguel, cuando su padre y sus socios, ya sin las fuerzas de la
juventud, querían dejar el rubro, para disfrutar junto a los hijos y nietos del
tan merecido descanso laboral. Pasaron unos años más hasta que el Café Argos cerrara
sus puertas.
A
los años, los sobrevivimos con recuerdos, y con la alegría que nos deja saber
que hemos hecho lo mejor de nosotros para seguir el legado de nuestros viejos. El
padre y la madre de Miguel, no solo aportaron el sobrenombre de nuestro común amigo,
“Leche”, sino que con su labor mancomunada ayudaron a forjar nuestro patrimonio
cultural como sociedad.
Los
elegí a ellos, a riesgo de quedar mal con aquellos padres que sí conocí y que
guardo el mejor de los recuerdos.
Los
elegí a ellos, porque el trasmitir valores es lo más importante del arraigo
cultural de un país, porque lo hicieron sin proponérselo.
Los
elegí a ellos, porque quiero homenajear a todos nuestros padres.
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Café Argos - Bar Notable (1998) |
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Café Argos (1952) |